miércoles, 25 de octubre de 2017


Fortuna lírica de Jesús Hernández Verano





Jesús H. Verano ha dicho sus Cantos de Sirena; ha dibujado un manual de instrucciones para instruir la visión. 

Sus dibujos abren una senda hacia un jardín cerrado para muchos; un paraíso abierto para pocos. 

Lágrimas cristalinas, incoloras, brotes de luz naciente desde el fondo del núcleo. 

Barcas estivales como lágrimas doradas, hondas, gráciles como banderas que penden al sol del mediodía. 

Jirafas encendidas en la incandescencia de las pupilas. Órbitas que no niegan la realidad sino que cabalgan sobre ella.

Pupilas, cerrojos, celosías: la folie du jour. La córnea dorada. Una gota de agua, una mancha de tinta sobre el papel, el trazo de unas líneas precoces sobre la superficie cristalina. Y la luz derramada en la fuente primordial de la visión.

Jesús H. Verano ha trazado líneas de tinta sobre la piel de un tigre. Zarpazos en la pared, como la huella de una herida dorada, inasible.

Todo lo que veía formaba parte de otra realidad. Su mirada se volvía hacia adentro. 

En un dibujo de 1995, Jesús H. Verano trazó la disección del ojo. La visión escindida de todo vértice; curvaturas y fragmentos de pupilas de juguete amputadas y descritas a lápiz en varias secuencias sobre una cuartilla, como si se tratase de un breve manual de instrucciones sobre el uso de la mirada. 


Los niveles del deseo. Los niveles de la visión. Los estratos de la memoria, abisales, hasta donde la memoria alcanza, depositada en las cavidades del ojo. ¿Acaso no es retiniana, la memoria? 

Pasen y vean el ojo diseccionado, escindido de todo vértice; curvaturas y fragmentos de pupilas de juguete, amputadas, descritas a lápiz en varias secuencias sobre una cuartilla, como si se tratase de un breve manual de instrucciones.

El resorte del ojo. La muleta del ojo. La viga del y en el ojo.  La columna invisible que sostiene los resortes del mirar.  

Inventaba puertas que fueran también ventanas, para entrar y salir indistintamente. 

Fortuna lírica de Jesús H. verano. La mirada suspendida en el azul del mediodía atlántico entrevisto por el pintor Jorge Oramas desde la ventana de su habitación en el Hospital de San Martín. Las celdas de Fra Angelico en el Convento de San Marcos; sus pinturas anunciando la mañana.   

Disecciona el ojo hasta llegar al fondo de las cosas vistas y de las no vistas. De las cosas que el tiempo ha arrastrado consigo y que quedan fácilmente ocultas, tras la córnea dorada del vértigo.





[Imagen 1: Jesús H. Verano en la exposición "Cantos de Sirena". Imagan 2: Dibujo de Jesús H. Verano publicado en enero de 2000 en las páginas del suplemento de poesía y arte "Oro Azul", al cuidado de Isidro Hernández, en el Suplemento Cultural de Ciencia y Cultura 2.C del diario La Opinión de Tenerife. Imagen 3: Las celdas de Fra Angelico en el Convento de San Marcos, Florencia. //  El artista Jesús H. Verano expone actualmente y hasta el próximo 29 de octubre en la sala de exposiciones del Ateneo de La Laguna, Tenerife.] 


martes, 24 de octubre de 2017

Dibujos de Hans Lemmen






Dibujos de Hans Lemmen: una flor en la boca de la muchacha muerta.


Ante los dibujos de Hans Lemmen, no existe palabra alguna que pueda añadir algo que merezca la pena ser contado. Toda divagación, todo lenguaje, se vuelve una torpe y confusa madeja de palabras vacías, desprovistas de sentido. Sólo su escucha su silencio.


¿Sabe el pintor lo que va a dibujar antes de colocarse frente a la hoja en blanco? ¿Qué espantosa melodía dicta las partituras que interpretan sus manos?


Imaginé que caía al suelo una cerámica pintada con colores vivos y extraños personajes por Hans Lemmen. Sus dibujos, esparcidos en cientos de pedazos diminutos, multiplicados, diseminados y en medio de todas las cosas, como una idea fija que golpea las puertas de mi sueño durante toda la noche. 


Hans Lemmen, Alfred Kubin y Roland Topor, convidados a una misma mesa, media hora jugando a los dados. 


Martes por la tarde. Al despertar, el recuerdo de un extraño dibujo de Hans Lemmen me ha acompañado –perturbado– durante horas. La cabeza de Odilon, flotando en la espiral de un firmamento de alas negras y agujeros negros. Y todas las cosas precipitadas sobre la frente, sobre los ojos, sobre los labios sellados, sobre los pómulos yermos, como en un extraño sueño del que no es posible regresar.


Los tocones dibujados por Hans Lemmen en cientos de cuadernos y libretas de dibujos, como si de una obsesión se tratara. Tocones – espirales que van engullendo el espacio circundante; inscripciones que dibujan el vacío restante en lugar de una cabeza o un árbol, amputados. 


En su cuaderno el pintor ha dibujado un bosque de árboles incendiado de pájaros; un hombre que carga un ciervo a sus espaldas en mitad de ese bosque; un pájaro grande sobre una caseta de campaña en la que yace un hombre medio dormido. Y nuestra incapacidad al intentar comprender los signos de un lenguaje indescifrable.     


La imagen del bosque y una casa al fondo, entre los árboles. Hay una ventana iluminada, como si en verdad pudiésemos adivinar la figura del dibujante mismo dentro de la casa, con la luz encendida, sentado frente a su escritorio, dando forma a extrañas figuras de bestiarios inimaginables.
    







[Dibujos de Hans Lemmen]



miércoles, 18 de octubre de 2017



Una nube





Una nube. Una nube gris sobrevolando el centro de Europa, como una amenaza fatal sobre las conciencias del viejo continente. Una nube o piedra o roca como una obsesión fija o un pensamiento inquisidor. 

Un sombrero inmenso con forma de nube o una nube inmensa con forma de sombrero. 

Una nube gris como una sombra terrestre.

Era muy claro, el sueño. Una nube avanzaba despacio sobre un paisaje con árboles al fondo. Engullía lo que encontraba a su paso: cualquier objeto, cualquier persona, cualquier lugar. Popo a poco iban cediendo, seducidos por el polvo ceniza de la nube, las montañas, los edificios, los rascacielos más altos... Nada -ni nadie- podría haberla detenido. Y así lo comprendieron cuantos hubiesen querido poner obstáculos a su avanzadilla de ángel de exterminio: ministros, militares, diestros malabaristas, gigantes y cabezudos...

Una nube procedente de lejanas ínsulas extrañas.

La nube no tenía un objetivo preciso. Existía por existir, como vive la imagen de una ilusión en la mente de un niño; como existe el árbol en la dehesa; como existe el deseo en el cuerpo encendido de un adolescente.

Yo la veía -la nube-, en el sueño, simular la figura de un gran insecto. 



[Imagen: Dibujo del pintor Gonzalo González]

miércoles, 4 de octubre de 2017


4 de octubre

"Si alguien le hubiera dicho que habría de volverse loca para tener estas alucinaciones, en especial la última, no habría tenido inconveniente en enloquecer. Sigue siendo lo más asombroso que ha visto nunca".


[Unica Zürn, El hombre jazmín.]