lunes, 25 de septiembre de 2017



25 de septiembre



Esta tarde, mientras conducía de vuelta a casa, escuché en la radio que hoy se cumplen veinticinco años de la muerte de César Manrique, quien perdió la vida en un accidente de tráfico en la isla de Lanzarote. Qué forma tan estúpida e insulsa de morir, pienso, para alguien tan grande e irrepetible. Hubiese tenido que acabar sus días llevando el atuendo de un personaje de tragedia griega, desempeñando el papel de guardador de geografías insulares, al tiempo que artista y creador sobre todas las cosas. Con su pérdida, en fin, quedamos un poco más huérfanos, sin nadie que pueda aspirar a remedar su ejemplo. Necesitaríamos varios como él, comprometido de los pies a la cabeza con la conservación y el crecimiento sostenible del territorio insular ante un desarrollo turístico que -ya se sabía entonces- acabaría por quebrar, paradójicamente, la misma Naturaleza que lo alimenta. Brindemos, al fin, por la gracia de su existencia entre nosotros y recordemos a César Manrique. Es lo mejor que se puede hacer en estos casos. Seamos merecedores de su ejemplo. Mañana será otro día.






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