lunes, 20 de febrero de 2017


Juan Carlos Batista: realidad casi humo



Realidad casi humo: lo mismo que esa extraña sensación de vivir entre ruinas. 

La fuga de toda utopía posible: el extravío infinito. La pérdida llenando de agujeros los bolsillos.  

Alguien dijo que habría lluvia de perseidas sobre este cielo nocturno iluminado por antorchas celestes.

Realidad casi humo: certezas que saltan por los aires. El orden de las cosas panza arriba. Y una camioneta que pasa, lejos, cargada de un puñado de ceniza.   

Todo cabe en la tierra de los prodigios: el árbol ovejero, el caballo con cabeza nuclear, el avestruz-soldado, el árbol-nube. Clonaciones, transmutaciones, conversiones: principios de nuestro tiempo, dicen. Le mal du siècle. 

El juego de las adivinanzas: una cosa que es sí misma y la siguiente, como en un bombardeo de átomos o en una danza sin principio ni fin, interminable y recomenzante. 

Realidad casi humo: el animal enfermo que nos mira con ojos enfermos. El animal inconsolable, sin medida; metamorfoseado bajo un disfraz de múltiples caretas. La jirafa vuelta en llamas vuelta en árbol vuelta en cabra vuelta en bota vuelta en perro vuelta en humo vuelta ceniza. 

J'en venais donc à me demander si cette admirable créature à la contemplation de laquelle je me consacrais depuis des mois n'étais pas un Golem. Mais étais-ce possible?
[Fernand Dumont, “Dialectique du hasard au service du désir”]

Puertas giratorias entre la realidad y la ficción; pasadizo o puente que se cruza entre un polo y otro polo, como si a ambos lados hubiese una ventana en la que asomarse hacia un otro paisaje.

Una densa capa de humo en suspensión cubre el cielo, y la ciudad por entero parece una gran sábana con luces de artificio. Ahora es posible mirar al sol de frente, como quien sostiene su pensamiento en un punto fijo o en una gran naranja. 

Si la vieras caerías en la cuenta de que desde aquí arriba la isla parece un animal dormido. La bruma peina de norte a sur las Casas de la Cumbre esfumándose luego en el aire que doblega las copas de los árboles más altos. Realidad casi humo, piensas, ingravidez de lo visible, certeza que deviene migajas entre los dedos.

El escultor ha escogido un tronco robusto de madera de barbuzano. También ha tomado de entre los restos apilados en una de las esquinas del taller  un tronco de madera de guayabero que le recuerda a su padre. Ha estado trabajando en él día y noche, horadando su superficie, dando nueva vida al cuerpo del árbol con sus propias manos. Luego, silenciosamente, llega hasta la casa. Una idea fija taladra su cabeza. Él sabe que las auténticas raíces del árbol están en su copa, pues lo que en verdad lo alza y sostiene en pie es su afán de elevarse. 

No sé muy bien por qué razón escribo lo que escribo. Me dejo llevar por las figuras y sombras que proyectan en la pared unas cuantas antorchas.

En la pared algunos nombres escritos a tiza, algunas cifras y un puñado de palabras: you're a man of few words.

Vivimos una edad hipercrítica que paga cara su lucidez: bloquea toda certidumbre en una norma de vida. Nuestro criticismo nos impide creer. Desmontamos críticamente la creencia, incluso llegamos al extremo de desmontar críticamente la lucidez, la sabiduría, la propia crítica. Desde la lucidez, desde la sabiduría, desde la crítica. Escépticos respecto a nuestro propio escepticismo, críticos respecto a nuestro criticismo, nos sumergimos en una actividad sin freno con el fin de esquivar el obsesivo cul de sac de los espejos que se miran.
[Eugenio Trías, “Drama e identidad”]

Juan Carlos en su estudio: corredor de fondo imitando el vuelo de un dardo hasta la diana. Muestra algunos trabajos, algunas imágenes que le obsesionan: viejas fotografías que hablan de gentes de otro tiempo. Escenas de milicianos. Imágenes de la despiadada masacre de Nankín. No es posible pensar en otra cosa distinta a la imposición de lo bélico sobre todo paisaje. Difícil conciliar el sueño. Una obsesión semejante, pienso, le hará saltar la cabeza por los aires.

Espiral aborigen esculpida en hierro sobre el paisaje al igual que un mecanismo de destrucción. Artefacto que se muerde la cola una y otra vez sobre sí misma, lo mismo que la gran mentira sobre la que habitamos. 

Escribo unos breves apuntes para Juan Carlos Batista. Un manual de instrucciones para pellizcar al Soldado Boccioni sin ser visto. Para Huir de sus patologías de guerra, de sus piernas giratorias, de sus estrategias de camuflaje. 




domingo, 12 de febrero de 2017

12 de febrero


"Todo este camino para explorar la Luna, y la cosa más importante que vimos fue la Tierra".


 (Bill Sanders desde el Apolo VIII)




miércoles, 8 de febrero de 2017

08 de febrero

Hay personas que no deberían morir jamás. 


(A propósito de José Luis Pérez Arteaga)