miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sobre mojado





Montaña arriba, la niebla ha tomado los altos celajes y ya nada puede verse. Los animales callan y todo guarda silencio. Parecen haber renunciado a su habitual salmodia. Sólo el repiqueteo de la lluvia sobre las ventanas, sobre el suelo, sobre los tejados, sobre la tierra mojada, sobre todas las cosas.

Cacharros en el jardín. Algunos botes y macetas son arrastrados por una lluvia que no cesa.

Sales a fuera para ver llover; para que el agua limpie tus heridas mientras resbala por tus ropas y tu cuerpo. Llueve sobre tu cabeza, sobre tu pecho, sobre tus manos.

Cientos de piedras desfilan por improvisados riachuelos. Hilillos de agua que descienden precipitados hasta alcanzar el cauce del barranco, montaña abajo.




domingo, 30 de junio de 2013

La mer



Para los amantes de las dulces melodías de mi gramófono, nada mejor en estos días estivales que recordar a Charles Trenet y su conocida canción. He aquí un enlace.





domingo, 23 de junio de 2013


Haragán caballerete (II)

Haragán de la noche de San Juan, rechoncho y cipote,  machango y babilón.

Haragán presumido y holgazán, pizpierno, chamizo y petimetre.

Muñeco tonto de bote y paja, pasto para las llamas por dandy y presumido, por figurín y caballerete. Esta noche te veremos arder en los infiernos, Haragán.




Haragán bocinegro y velillo, los niños que te miran arder saben bien que esa noche se mearán en la cama.

Haragán pelambrero, machango rebujado y de mala fortuna, zángano alongado al barranco de sus cuitas. Que tus ropajes de espantapájaros ahuyenten las corujas de mala andanza. 



Haragán holgazán y cabezota, muñeco de paja y chibichanga; guanajo, batata y cabezón. Tonique que no atina con el sacho. Haragán sorullo.

Haragán, tu camisa de cuadros ya no me pertenece; es sólo pasto ya del fuego, del vacío que queda cuando todo se extingue en llamaradas fugaces. 

Haragán sacopulgas y simplón, arderás por tu maña y tu suerte de aguacero.


miércoles, 19 de junio de 2013


Dignidad del oficio


Varios escritores canarios han publicado en sus respectivos blogs algunos comentarios y reflexiones sobre el festival literario celebrado recientemente en la ciudad de La Laguna (Tenerife) y, muy especialmente, sobre la dignidad del oficio de escribir en estos tiempos, sometido a tropelías y desmanes varios cuando no a injusticables olvidos. Por tratarse de varios poetas de una innegable calidad literaria he estimado oportuno compartir en este sitio las direcciones de sus respectivos enlaces, donde el lector interesado encontrará, sin duda, una suculenta literatura. 

Bruno Mesa
http://bmesa.blogspot.com.es/2013/06/sobre-un-festival-literario-o-las.html

Francisco León
http://lagalaxiaamediodia.tumblr.com/post/52881326788/festivales-en-la-ultraperiferia

Luego, en su tono irónico y mordaz, también puede encontrarse una referencia al mismo tema en el blog de Rafael-José Díaz, "Parodias y profanaciones":

http://parodiasyprofanaciones.blogspot.com.es/#!/2013/06/nos-la-palabra-reflejada.html

lunes, 17 de junio de 2013

Sobre lo malicioso


Hace días que no incluyo ninguna nota nueva en este blog, porque varios amigos me cuentan que no pueden acceder correctamente, como antes solían; en el momento de pinchar sobre el sitio web aparece un ladronzuelo que advierte de que existe cierto "contenido malicioso" en mi blog.

No logro entender, en verdad, de qué se trata, pero intuyo que esta falsa señal provocará que los lectores huyan despavoridos hacia otras regiones del ciber-espacio. ¡Qué le vamos a hacer!; si al menos alguna alma bienentendedora lograse descifrar este enigma, entonces quizás podría continuar con estas breves notas. O no; mejor dejadlo así, pues de esta forma, caro lector, te libraré de esta amarga medicina de la escritura errante.


domingo, 19 de mayo de 2013

Robert Adams, fotógrafo




Hoy se clausura en Madrid la exposición El lugar donde vivimos, de Robert Adams (New Yersey, 1938), un proyecto comisariado por Jock Reynolds y Joshua Chuangha, y producido por el MNCARS en colaboración con la Yale University Art Gallery. El lugar donde vivimos ha reunido una selección retrospectiva de los trabajos fotográficos que Robert Adams realizó sobre el Oeste americano a lo largo de más de cuarenta años. Adams ha sido, como pocos, un testigo privilegiado de la belleza que conservan aquellos parajes y llanuras, bosques y extensiones de tierra que se alargan infinitamente hasta llegar a confundirse con el cielo. Son, a un tiempo, prisión para el ojo y evasión infinita. Extrema levedad de la mirada, perdida en la ventisca o en una nubecilla que pende en los celajes. El afuera puesto en todo.


Solemos definir las llanuras por lo que falta en ellas, y consultamos los mapas par saber hasta dónde tendremos que conducir para encontrar alguna cosa: las montañas del Oeste o las ciudades del Este. A fin de cuentas, ¿para qué sirven los trigales, los puebluchos y el cielo?

En este paisaje el misterio es una certidumbre, una certidumbre elocuente. Silencio por todas partes: silencio en el trueno, en el viento, en el canto de las palomas, incluso el silencio de la puerta de una furgoneta al cerrarse. Cuando cruces las llanuras, abandona la carretera secundaria donde pasear; escucha. ["Las llanuras", Robert Adams]




Las fotografías de Robert Adams, detenidas en cada cosa, como un vivo agradecimiento a la vida. Adams persigue robarle a la realidad un puñado de imágenes para subrayar lo que han visto sus ojos. Su cámara convierte en oro todo lo que toca y encuentra belleza en cualquier cosa: lo mismo las llanuras que los bosques o las aguas del pacífico; los desiertos que los asentamientos urbanos. Pero también la tala de un bosque, que da buena cuenta de la destrucción de aquel paisaje: sus fotografías -en series como Eden, The New West o What we bought- ponen en imágenes el deterioro y la destrucción del espacio natural, en el difícil equilibrio entre el desarrollo de las ciudades y la conservación de la Naturaleza. Y al tiempo que muestra la belleza, denucnia ante la vista de todos la sórdida realidad de muchos parajes, hablando un lenguaje que nos es por todos conocido.


Más del noventa por ciento de los bosques originales del Noreste americano han sido objeto de la tala indiscriminada al menos en una ocasión. Los enormes tocones que aparecen en estas fotografías son los vestigios de bosques primarios en los que los árboles, por regla general, tenían más de quinientos años. Los tocones pequeños son lo que queda de un monocultivo "cosechado" recientemente, un bosque industrial que crece gracias a los fertilizantes artificiales y a los herbicidas selectivos, y que se tala cuando los árboles aún son muy jóvenes. [Robert Adams]



Charles Baudelaire, la vie antérieure




Siempre me he tenido entre mis preferencias la versión de Léo Ferré del poema "La vie antérieure", que Charles Baudelaire incluyera en su libro Les fleurs du mal.

No hay palabras; absolutamente extraordinaria.

http://www.youtube.com/watch?v=VvIIoNmTidM



jueves, 16 de mayo de 2013


Ojos de José Herrera




José Herrera ha expuesto en el Colegio Público Las Mercedes (Tenerife), recientemente, una breve selección de obras sobre papel e instalaciones con técnica mixta. Escolares, padres, amigos y vecinos; muchos han acudido a la cita para acompañar a Herrera en esta experiencia inédita que exige no poca generosidad por parte del artista, quien de forma totalmente libre ha compartido con los alumnos de aquel centro escolar su experiencia como escultor y artista plástico.


En este tipo de iniciativas, la convivencia y la entrega compartida es el único intercambio o trueque posibles. El artista responde a las preguntas que los niños del colegio formulan sobre sus obras textiles, sobre sus esculturas y dibujos. Son meros interrogantes; preguntas sencillas que todo lo cuestionan y que acaso obligan al artista a formularse a sí mismo el porqué de su lenguaje.




Ojos arco-iris, estos dibujos de José Herrera.  Constelaciones de mil colores y tamaños, cuelgan del techo como crisálidas que esperan florecer en la nueva luz de la mañana. Ojos que van abriéndose; cuerpos que esconden en su interior una nueva epidermis y que despiertan a la luz entrevista de las persianas de un colegio idéntico a aquél en el que alguna vez jugaste.


José Herrera dibuja ojos abiertos como heridas o interrogantes o diminutas puertecillas que abren ante nuestra mirada el enigma de su propia representación.






[José Herrera (de rojo) junto algunos de los visitantes a la muestra].

miércoles, 1 de mayo de 2013

Gervasio pinta Conca 




Ya ha estado Gervasio pintando la CONCA. Mira que se lo hemos dicho cien veces: que suelte el pincel, pues con poco le asalta la rabia y le da por pintar sus metáforas del caos.


Nunca se sabe la cola que traerán sus dibujos. Al pasar por la vieja Plaza de la Pila -así debió llamarse en otro tiempo-, ahora tan nueva y tan adornada con flores, junto a las sombras dechiriquianas de la Torre de La Concepción, en la Laguna, probablemente encontraremos al artista Gervasio Arturo -lápiz en una mano y pincel en la otra- dibujando sobre una puerta-garaje de la galería de arte CONCA. No se sabe muy bien lo que pinta Gervasio cuando pinta, porque sus obras irradian esa atmósfera inquietante en la que todo, absolutamente todo, es susceptible de ser otra cosa; escenas en las que cualquier metamorfosis es posible.




Un mural de descarados y curiosos personajes, asomados en tropel a la vía pública, escandalosos y atrevidos, practicando el voyeurismo desde sus efímeras existencias a la intemperie.




Gervasio pinta mientras es observado por la mirada sorprendida de los paseantes que van y vienen de un lado al otro, de una calle a otra. Se diría que de su paleta van apareciendo personajes de forma espontánea, apresurados, emergentes, casi por acumulación. Su mano, paso a paso, va creando un bosque de muecas y miradas, un matorral de ojos que observan a todo el que pasa y del que nadie queda indiferente.


Los personajes de Gervasio Arturo van llegando; aparecen sin previo aviso. Quieren colarse por la puerta grande, y pareciera que asoman un tanto la cabeza buscando un lugar entre las cosas, con el firme propósito de hacerse un hueco y colarse definitivamente en el paseo urbano.



jueves, 25 de abril de 2013

Con un ramo de siemprevivas 



La muerte de Blanca, en los primeros días del mes de abril. No se sabe muy bien lo que significa desaparecer en extrañas circunstancias, porque la desaparición es -también la vida misma- lo suficientemente extraña como para no necesitar de adjetivo alguno.


La muerte deja siempre ese largo sabor de incomprensión en los labios, esa amarga extrañeza a la que no podemos dar respuesta, porque nada, absolutamente nada, llegamos a comprender, especialmente cuando se trata de una persona a la que hemos profesado cercanía y cariño.


Y esas ganas de girar en el sentido inverso las agujas de todos los relojes.

sábado, 20 de abril de 2013


Cataclismos de Juan López




Hoy se clausura la exposición del artista Juan López Salvador exhibida durante estos últimos meses en las Salas de Arte del Instituto Cabrera Pinto (La Laguna, Tenerife), y antes en las salas de La Regenta (Las Palmas de Gran Canaria). Producida por el Gobierno de Canarias, esta muestra retrospectiva compuesta por más de medio centenar de obras en hierro o madera de tea ha dado buena cuenta del trabajo del escultor desde principios de los años ochenta del pasado siglo hasta el presente.




Como ocurre con buena parte de los artistas que trabajan en Canarias, las esculturas de Juan López Salvador se nutren de la contemplación del paisaje, pues sus piezas sugieren abruptas escenas de la orografía del territorio en el que le tocara vivir. Con todo, el escultor ha logrado articular un lenguaje propio en lo que se refiere al tratamiento y la manufactura de los materiales, y sus obras insisten en unas cuantas obsesiones mínimas que lo acompañan en su trayectoria y que atraviesan de principio a fin todas y cada una de sus obras: la imagen del cráter y del acantilado como experiencias límite del vértigo y del asombro.


Hendiduras en la materia; un cúmulo de perforaciones. Cráteres o cataclismos, Juan López Salvador construye esculturas con el tiempo dentro.


Cráteres, acantilados; hendiduras en la materia original, en la tea procedente de árboles titánicos, de pinos de antiguos bosques.


Hendiduras, grietas, perforaciones: el vacío que queda tras la huella de una palabra perdida o un nombre olvidado. El temor a la pérdida; al extravío indefinible. La materia misma del olvido.






Lo mismo que si quisiéramos domesticar a nuestro capricho los impulsos de la Naturaleza, Juan López Salvador gusta de forjar trampas de hierro para atrapar la lluvia; cepos de metal para engañar al viento. El escultor como dueño y señor de una sintaxis que le ha sido dictada por el discurrir del agua; por el soplar del viento.


Madrigueras en espiral de las que surgen ojos.







[www.jlsalvador.com]

[Juan López Salvador, Cataclismos. Salas de Arte del Instituto Cabrera Pinto. Gobierno de Canarias. De martes a viernes de 11h. a 14h. y de 17h. a 20h. Sabados y domingos de 11h. a 14h].

martes, 9 de abril de 2013

Las Pitas





Las piteras en flor, punzantes como animales panza arriba: afiladas garras bajo la inclemencia de una luz que no cesa. Desafiantes dedos o lanzas o dardos dirigidos contra los celajes.


A veces, aparecen ante nuestros ojos, secas, sin colores, a punto de perder el equilibrio, como adargas de viejas huestes medievales tras la contienda, como cuerpos tendidos al sol después de la batalla.



Flechas apuntando hacia lo alto, señalando con su índice fijo la soledad de algún dios, tan alto y tan lejano, acaso, inexistente.




Una pitera no es sólo una pitera. Contemplamos la estampa no a partir del paisaje natural, sino desde la imagen recordada en una pintura de Jorge Oramas. Y así, la imagen real y la trasladada al lienzo se abrazan en nuestra mirada, absolutamente.  


La pitera en flor, al aire libre, taladrando la mirada, dueña y señora de reinos de nadie.





lunes, 8 de abril de 2013


Piedra y Cielo



Celebramos la reaparición de la Revista de poesía, arte y pensamiento, Piedra y Cielo, que tras siete años de silencio ha iniciado, recientemente, su segunda época, esta vez prescindiendo del formato impreso sobre papel en beneficio del diseño digital y la difusión en la red. Con una periodicidad trimestral y una propuesta gráfica de Ismael García, Piedra y Cielo pretende crear un espacio de reflexión crítica sobre los procesos culturales de nuestro presente, atendiendo sobremanera a la reflexión sobre el lenguaje poético y sus distintas manifestaciones, no sólo literarias, sino también aquéllas que trascienden la palabra para conciliarse con no importa qué disciplinas artísticas. 

En su segunda entrega, todavía es pronto para hacer una valoración global de los contenidos de la revista, pero desde aquí queremos celebrar la vocación de continuidad de esta revista realizada desde Canarias como espacio de pensamiento y de reflexión. 

El Consejo de Redacción de Piedra y Cielo está formado por los escritores Sergio Barreto, Jordi Doce, Régulo Hernández, Alejandro Krawietz y Francisco León.  

Vaya para ti, así pues, Piedra y Cielo, revista de ida y vuelta, nuestro saludo militar; nuestra bienvenida más acalorada; nuestro saludo de elefante en cacharrería; nuestros vítores con pajarita y chistera. 

http://www.piedraycielo.eu/

viernes, 22 de marzo de 2013

Desaparece la primera escultura pública 

abstracta de Tenerife    

      


No se sabe muy bien qué es lo que ha ocurrido, pero el caso es que la escultura Armas para la paz (1967) del escultor José Abad, ubicada desde el año 1967 en los jardines de la plaza del barrio de El Cardonal -en el término municipal de La Laguna-, no está en su sitio. Se trata de una obra instalada incluso antes que se levantaran los edificios del propio barrio, en el contexto de un proyecto concebido por el arquitecto Vicente Saavedra. 
El hecho no sólo es escandaloso, sino lamentable, pues esta obra ahora en paradero desconocido era, en rigor, la primera escultura abstracta pública de Tenerife concebida para un espacio urbano. También la primera escultura no conmemorativa que se colocara en un espacio urbano. Y también, claro está, la primera realizada por José Abad para un emplazamiento al aire libre; hecho relevante si se tiene en cuenta que el escultor se ha caracterizado muy especialmente por su obra pública, con una presencia destacada en diversos lugares de Canarias.
Hace dos días fui al barrio de El Cardonal a última hora de la tarde con el própósito de recorrer algunas de las callejuelas de cuando era niño. El barrio conserva, aún hoy, el mismo trajín de bloques de viviendas funcionales, serpenteadas por estrechos pasadizos de juguetonas aceras que, al menos para los que pasamos allí los días de juegos infantiles, poseen, aún hoy, un encanto inusitado. Al llegar a la plaza de la iglesia me sorprendió el verdor triunfante de los penachos de varias palmeras, pero donde debía encontrarse la escultura, ahora sólo asomaban baldosas de plazoleta de barrio.




Era ésta una pieza rara, de formas mediolunares; una escultura de complicadas y abstractas curvas, como si se tratase de sorprendentes cabriolas de metal en movimiento. Armada de rotundas y entreabiertas formas cilíndricas vueltas hacia el cielo y suspendidas por unas pesadas muletas de hierro, la presencia totémica de la escultura de José Abad no pasaba desapercibida por su contraste cromático de rojos, blancos y negros, pero también por esa suerte de primitivismo constructivo que proporcionaba a la obra el ensamblaje de estructuras de hierro -a la manera de grandes manos de playmóvil- procedentes de chatarras y cementerios de elefantes metálicos. 
En cualquier caso, habría que preguntarse cómo ha podido desaparecer del mapa -el propio artista lo ignora- un artefacto de hierro de unas dimensiones tan respetables; a saber, 1.000 X 600 x 300 cm.; que no es poco. (Interrogada a pie de calle, una pareja de transeúntes afirmó que la plaza llevaba varios años con su aspecto actual, y que la escultura "se la fueron llevando poco a poco, algunos hasta con carretilla"; aunque parece algo improbable que estructuras tan pesadas hayan podido ser retiradas sin la ayuda de medios técnicos más sofisticados). En fin, dejemos las pesquisas para quien deba hacerlas, pero lamentamos enormemente la pérdida de esta importante obra, no sólo por su excelencia, sino por tratarse, como  decimos, de la primera obra escultórica no figurativa destinada a un espacio público en Tenerife.




No es la primera vez que desaparece una escultura. Antes ya se habían esfumado, como por arte de magia, varias piezas de María Belén Morales en el Parque Cultural Viera y Clavijo; también, sin ir más lejos, una obra escultórica de Claude Viseux que se encontró ubicada en el exterior del conocido Cuartel San Carlos de Santa Cruz, por citar algunos de los casos significativos. Sin duda, cabría esperar que pronto algún visionario de los negocios proporcione a los visitantes de la isla un recorrido, guiado, por lugares con monumentos inexistentes. 



1. Las tres primeras fotografías se encuentran reproducidas en la página 54 y 55 de la monografía sobre el escultor José Abad publicada en 2000 por la Universidad Carlos III de Madrid, Federico Castro Morales (ed.).

2. La fotografía última fue tomada en el día de ayer, a las 09:00 horas, en el barrio de El Cardonal, y se corresponde con el lugar en el que debía encontrarse la obra de Abad. 



lunes, 18 de marzo de 2013


Carretera abierta



Carretera abierta a esta hora de la tarde en la que desfilan vehículos en retorno.


Como en un éxodo de luciérnagas en fuga, surgen luminarias desde todos los frentes, carretera abajo o arriba, según se piense; de la casa al trabajo o viceversa, en un hormigueo perpetuo de vehículos aferrados a las últimas horas de luz.


Un día igual a otro y, sin embargo, tan diferente. Piensas entonces en el efecto de la niebla sobre la escena; en cómo todas las cosas cobran nuevos matices, nuevas poses ante tu improvisada mirada de conductor entretenido, celoso de su tiempo al volante y dueño al fin de su propio paisaje.


En este tiempo enteramente tuyo, a solas, piensas en las cosas que has dicho durante la jornada; en lo dicho y en lo que no dijiste, pero que hubieses querido decir en el instante oportuno sin que llegases, claro, a pronunciar palabra, porque siempre se dice más de lo que se quiere, o menos, según se piense desde este lado de la carretera o desde el otro.


La densidad de este aire frío que todo lo empaña impide ver el final de la carretera. Hasta que no exista la suficiente distancia, hasta que no se llegue a disipar del todo este paisaje con pétalos de manzano y abejas al fondo, en alguna parte, más allá de donde la mirada alcanza.


domingo, 10 de marzo de 2013

Corazones de Emma





Emma es una niña con muchos corazones: en mi libreta de apuntes ha dejado algunas figuras, dibujadas en ambos márgenes, acaso semi-escondidas entre el aleteo de cientos de páginas escritas. Unos con rostros sonrientes; otros con rostros temibles y oscurecidos por la espesa tinta azul marino de un bolígrafo encontrado sobre una mesa cualquiera. Todos los personajes dibujados por Emma acaban tomando la forma de un corazón, como si se tratase de una querencia innata o de un gesto eminentemente afectivo hacia el mundo que la rodea; un trazo anterior a cualquier gesto estrictamente racional.






Corazones alados, sorprendidos y sorprendentes en su sencillez y en su naturalidad sin fisuras, colgados de los hilillos de cientos de banderillas volanderas. Corazones con formas de globos que tienden hacia lo alto.  A la manera de celestegramas de Saint - Pol - Roux, puentes entre la tierra y el cielo.



Otros corazones parecen estar coronados por simpáticas guirnaldas y divertidas muecas de sonrisas perpetuas, como si más que de meros corazones se tratase de un alucinante desfile de gigantes y cabezudos.



En las últimas hojas de mi libreta descubro que Emma ha dibujado un caracol diminuto que  acompaña a un leve corazón en su travesía por la desierta página en blanco. Mientras asoma tímidamentre las antenas, el caparazón con formas de graciosas espirales podría ser el trazo que dejara un niño en la arena negra de una playa, como si fuesen huellas de gaviotas o el rastro de la trayectoria, mínima, de un crustáceo en su parsimoniosa avanzadilla.




domingo, 24 de febrero de 2013


Franz Roh, collagiste



Confiesa Franz Roh (1890 – 1965) en alguno de sus escritos que su práctica como collagiste fue una de sus principales aficiones. Una actividad plenamente lúdica que el historiador del arte y teórico de la fotografía desarrolló a lo largo de toda su vida, si bien sólo dio a conocer en sus últimos años de existencia. En efecto, aunque ya había expresado su interés por la práctica del collage en la década anterior, concretamente en un texto aparecido en la revista Das Kunstwerk, sólo a partir de 1961 hará públicos esos trabajos, pudiendo contemplarse en sendas exposiciones organizadas por la galería Otto Stangl y, dos años después, en la galería Parnass de Wupepertal, de Munich.




Todo parece indicar que esta actividad quedó siempre circunscrita al ámbito de lo privado, como un quehacer propio del disfrute, la distracción o la curiosidad hacia una práctica nueva. El teórico alemán adopta la aptitud del coleccionista de tarjetas postales, de revistas científicas y libros ilustrados y, celosamente, va poblando su propio mundo cotidiano de usadas imágenes a las que proporcionar una nueva vida con el procedimiento del collage. En uno de los textos que acompañó aquellas exposiciones tardías, Franz Roh subraya hasta qué punto esta práctica se remonta a su juventud, pues “ya antes de estudiar Historia del Arte –afirma– recortaba a veces fragmentos de ilustraciones, para utilizarlos en comparaciones de formas. Un día me sentí sobrecogido al comprobar la cantidad de nuevas composiciones que se podía intuir en cuanto esos fragmentos se reunían. Entonces, estimulado por el collage cubista y, sobre todo, por el surrealista, comencé a dar a esas combinaciones, surgidas azarosamente al principio, una ordenación basada en la estructura o el contraste. Por ese método todo el mundo puede obtener una expresión distinta, incluso disponiendo de los mismos fragmentos. Se recortan los detalles llamativos, los que por así decirlo electrizan o repelen, y se colocan sobre una superficie controlando la fantasía estructural y temática. Así pueden surgir imágenes nuevas, sorprendentes, que nos trasladan del mundo real a otro posible y excitante”. Al detenernos en esta inclinación de Franz Roh por la práctica del collage, resulta inevitable evocar a Picasso, pues tal y como se ha señalado en más de una ocasión, éste gustaba de tener al alcance de su mano unas tijeras con las que dar forma a las siluetas y personajes de papel surgidos espontáneamente de su imaginación y casi por el impulso autómata, libre, de dar forma a cualquier materia manipulable. También en Picasso, esta práctica se inscribe en el mundo íntimo del hogar, pues sus improvisados divertimentos y juguetes de papel –animales, desnudos, centauros, casas, figurillas y personajes de la commedia dell’arte– son ofrecidos como juguetes a niños, visitas y amigos; miniaturas que, en sus manos, llegan a tornarse tridimensionales, con relieves propiciados por los recortes y las dobleces, y que en muchos casos servirían de bocetos para sus esculturas tardías.

Para Franz Roh, la práctica del collage supone cerrar los ojos a lo previsible y mantenerse a la expectativa, dispuestos a contemplar el mundo por vez primera, a recobrar, como un niño, la alegría y la sorpresa del sortilegio. Esa actitud significa ajustarse a las premisas del “arte común”, al alcance de todos –ese gesto subversivo de no considerarse artista–, estar predispuestos al desarraigo de desaprender lo académico y declararse amateur. Se trata de una vocación de naturalidad sin fisuras, que abre la práctica artística hacia lo que él mismo denominaría un arte colectivo, un juego –en el pleno sentido de la palabra, digamos–, al servicio de cualquiera, pues su práctica no necesita de un dominio formal o de ningún instrumento concreto. Es, más bien, un método que, al igual que otros procedimientos de vanguardia en los que tanto el azar cono la elección juega un papel esencial, queda expuesto al servio de la habilidad de quien se sirve de él. Así el collage, como la decalcomanía o la escritura automática surrealista, viene a corroborar la cita de Lautréamont cuando afirma que “la poesía –la creación en su conjunto– debe ser hecha por todos, no por uno”. Franz Roh, quien se interesó por las creaciones de los no artistas y las tendencias experimentales del arte de su tiempo, concibe la práctica el collage como un proceso que abre la puerta a la democratización del arte: el dominio de la pintura, la escultura o el dibujo resultan irrelevantes a la hora de dar a ver nuevas imágenes. Lo que en verdad cuenta es la capacidad visionaria de quien lo ejecuta, la apertura hacia los nuevos caminos de la imagen o, para decirlo con sus propias palabras, “la alegría de volver a ver” que traen consigo los tiempos modernos. Del mismo modo, Franz Roh insiste en subrayar la importancia del carácter colectivo de la fotografía: “las acciones vitales o creativas pueden dividirse en dos clases: las que sólo pueden ser ejecutadas por unos pocos hombres y las que son en principio accesibles a todos. La fotografía está entre estas últimas y de ahí su gran trascendencia sociológica. Para que un instrumento adquiera esa trascendencia en la historia de la humanidad han de concurrir por lo general tres circunstancias: el aparato debe ser relativamente barato, técnicamente ha de ser fácil de manejar, y el sentimiento de la vida debe inclinarse en la época hacia ese tipo de placeres”. [Véase el texto publicado en febrero de 1930, "El valor de la fotografía"].





Franz Roh la técnica del collage acaso sea el procedimiento creativo más sencillo en cuento a su técnica, porque carece totalmente de ella; pero también es verdad que con ella se obtiene algunos de los resultados más logrados. El collage podría parecer una práctica ingenua, como el más dócil de los juegos, y al realizarse con materiales rudimentarios, se encuentra, en verdad, al alcance de cualquier persona que quiera distraerse experimentando con tijeras, cola, recortes de revistas y otras publicaciones. La intervención del autor se limita, en muchos casos, a la elegir una determinada descontextualización de las imágenes aproximadas sobre un mismo fondo, logrando una obra que pareciera obtenida del calco de los sueños. En sus collages, cargados de una intensa calidad metafórica, asistimos a una suerte de deslizamiento del inconsciente; los objetos y personajes silueteados por las tijeras del autor alemán parecen asistir a una vertiginosa huida de lo real. El resultado final es la consecuencia de una chispa que enciende la imagen subversiva; una imagen que resulta totalmente nueva, aunque realizada con fragmentos, recortes, de imágenes reconocibles. En el caso de Franz Roh caemos en la cuenta de que existe una predilección por algunos motivos o elementos que han sido concientemente escogidos, como son las figuras anatómicas, los motivos animales y vegetales, o las escenas marinas, siempre en el contexto de una estética que se nutre de las revistas ilustradas del siglo XIX. En este sentido, resulta evidente la proximidad formal de los collages de Franz Roh con los de Max Ernst –con quien mantiene cierta correspondencia y a quien dedica varios textos críticos–, especialmente por las fuentes ilustradas que en ambos casos sirven de materia prima de sus composiciones. Franz Roh parece, en cualquier caso, admirar el dominio técnico de Ersnt –a grandes rasgos superior al suyo–, y que va mucho más allá del simple procedimiento del recorte y del pegado de meras imágenes, pues muchos de los trabajos de Ersnt no llevan cola, sino gouache, lápiz o tinta.

En muchos collages de Franz Roh encontramos cierta vinculación formal con las violentas distorsiones de escala practicadas por autores dadaístas como Höch o Hausmann, como observamos en las obras que llevan por título “Seltsame Arche” (1930), “Der Exotismos wird beschossen” (1935). Si en el collage y en el fotomontaje surrealista asistimos a un perfecto ensamblaje de las imágenes de partida, esto es, a cierta continuidad espacial –de forma que no siempre resulta fácil adivinar dónde se encuentran los límites de los elementos ensamblados– en el caso de Franz Roh en ocasiones observamos un contraste de escala que provoca, al tiempo que el desconcierto triunfa, una descontextualización mayor de los personajes convocados en la escena. En los collages de Franz Roh predomina cierto tono alegórico y misterioso de difícil traducción interpretativa. Dos ejemplos claros son “Traum des trinkers” (1930), en el que asistimos una escena nocturna en la que un hombre, en medio de un paisaje volcánico, acciona una serie de hilos sujetos a todo su cuerpo y, en medio de una cúpula luminosa, quizás una gigantesca retina, se aproxima al cuello sesgado de una gran botella; o Lasst das Licht den Robben leuchten, da es die Menschen nicht wollen (1930), en donde una vela encendida –el conocimiento, un signo de futuro, un pequeño ápice de resplandor del ser humano– llamea en medio de un paisaje muy ingrato y frío, sin hombres, acaso prehistórico, lleno de focas y bandadas de aves. En la serie de collages que llevan por título "Metaporphosen des Herrn Miracoloss" (1923 – 1950), Franz Roh nos hace partícipes de las extrañas apariciones de un personaje –quizás la imagen misma del hombre moderno en la preparación y adiestramiento de sus sentidos– que adopta distintas metamorfosis. El motivo de la mano que ejecuta una acción o manipula algún objeto aparece de forma constante en estas obras, tal vez como una suerte de alusión a la actividad del collagiste: la acción de cortar, recortar, doblar y pegar no deja de ser un proceso quirúrgico, esto es, una cirugía plástica que, en palabras de André Breton, permite "abrazar dos realidades muy distintas sin apartarse del reino de nuestra experiencia" creando un cortocirtuito visual y abriendo la imaginación hacia otras realidades totalmente nuevas. 

Franz Roh, collagiste: el orden del mundo ordinario se resquebraja, como en un juego de barajas y, poco a poco, van saltando por los aires todos los convencionalismos, hasta abrir la puerta hacia la invención de una realidad libre, irradiada del poder de la metáfora. Franz Roh, collagiste

1. Retrato de Franz Roh.
2. Franz Ron, "Total Panik II" (Pánico absoluto II), 1937.
3. Franz Roh, "Seltsames Beieinander" (Extraña proximidad), ca. 1930.

lunes, 18 de febrero de 2013


Ángel Padrón y Amédée Ozenfant subidos a la grupa de los caballos de Apolo



Las mejores pinturas Ángel Padrón son constelaciones. Ángel Padrón es conocido como un pintor de paisajes. De paisajes nocturnos -decimos-, de pinturas en las que la noche da forma a caprichosas y enigmáticas constelaciones. En los firmamentos evocados por el pintor podría afirmarse que todo lo que abarca la mirada es un mismo paisaje, una misma representación del cielo nocturno. Y, sin embargo, no hay un espacio igual al otro, un destello igual al otro, una brizna de estrellas igual a otra. Firmamentos, constelaciones, visiones que sumergen nuestro pensamiento en las aguas primitivas del comienzo.


Ángel Padrón gusta de presentar sus obras en series de pequeño formato, casi a la manera de miniaturas, acaso imbuido de la creencia de que la única manera de domar la fuerza incontenible de un astro es atrapándolo en el espacio acotado de una pintura. Se trata de series que están sujetas a lentas variaciones, pero que van abriéndose en una misma dirección.


Los cielos de Ángel Padrón muestran amplios horizontes ante nuestra mirada. Es heroica, en verdad, la elección de la pintura como medio de expresión de estos paisajes nocturnos. Emerson Barnard realizó, hasta el agotamiento, millares de fotografías de la Vía Láctea. Raoul Hausmann nos mostró a través de las sombras fantasmagóricas de sus mélanographies extraños satélites en órbitas disímiles. Por su parte, Christian Schad ilustró con sus fotografías abstractas o schadographies los poemas de Aloysius Bertrand reunidos en Gaspar de la nuit. Y más recientemente, la imagen nocturna le debe a las grandes constelaciones fotográficas de Thomas Ruff una de sus más hermosas realizaciones. Con todo, Ángel Padrón persevera en el uso de la pintura para mostrar sus cielos nocturnos, sus constelaciones. Es, la suya, una elección libremente asumida: la pintura como medio y como norma; el contexto propicio para jugar al juego de las representaciones nocturnas, innumerables.


Zugemessen ward dem Lichte seine Zeit; aber zeitlos und raumlos ist der Nacht Herrschaft. [Novalis]
                                                                                                 



Ángel Padrón pisando los talones de Amédée Ozenfant, siguiendo sus pasos por entre las encrucijadas de un jardín nocturno de asfódelos.


Al igual que en un pequeño óleo sobre lienzo pintado por Amédée Ozenfant en 1929, los paisajes nocturnos de Ángel Padrón insinúan la aparición de un cuerpo o la presencia casi invisible de una figura, acaso porque el secreto del origen de la vida se encuentra inseparablemente unido al destino de las formas celestes.


Figuras celestes sólo entrevistas por los ojos del artista noble de espíritu. Paraísos cerrados para muchos, jardines abiertos para pocos.


Ángel Padrón y Améedé Ozenfant, juntos subidos en la grupa de los caballos de Apolo.



1. Imagen nº 1: Ángel Padrón, óleo sobre table, 19 x 24 cm., 2008.
2. Imagen nº 2: Amédée Ozenfant, "Nuit", 27 x 35 cm.,1929.

domingo, 3 de febrero de 2013


Pepa en su sala de máquinas




En el número 7 de la calle El juego, en La Laguna (Tenerife) se encuentra la Sala de Máquinas. Es un espacio pequeño, pero suficiente para encontrar en él desde una aguja a un elefante. Allí el objeto que buscamos, la novela que siempre quisimos leer y que aún no hemos comprado, la delicada miniatura que alguna vez soñamos tener sobre los anaqueles de la biblioteca; el objeto de utilidad desconocida; el fetiche reconfortante, ese que nos redime del lamentable sopor de los domingos por la tarde o que colma algún deseo insatisfecho. Acaso el juguete que añoramos cuando niños, la diminuta cajita que por alguna razón desconocida se coloca frente a nuestros ojos como por arte de magia.


Un montón de cosas. 


Pepa manejando el timón en su sala de máquinas, entre libros y reliquias, en su apogeo. Entre objetos raros y extraños artilugios de funcionamiento simbólico. Es la utilidad de lo inútil: objetos poéticos que escapan a la cárcel de su función cotidiana, ahora con la misión de embellecer el alma de quien los adquiere. Sí, objetos que son auténticos poemas visuales; artefactos poéticos sólo para entendidos en cuestiones del corazón.




Siempre hay un objeto que nos aguarda en la esquina de la Sala de Máquinas; un objeto diminuto y olvidado, una miniatura que requiere de unos ojos que la miren o de unas manos suavemente  acariciadoras. Un galán de noche donde colgar los ropajes del alma. Un libro o cuaderno olvidado y, sin embargo, demasiado importante como para dejarlo caer en las silenciosas manos del olvido. El barquito de juguete; la mascota de peluche o porcelana; la jaula con campanilla; una naturaleza muerta; las fotografías y postales antiguas; el cuaderno de anotar la lista de la compra; el tamborcillo. Y también el objeto que no volveremos a ver, ese que sigue su destino de cosa que pasa inexorablemente, adquirida por un desconocido en el último momento, y que nos deja un vacío imposible de llenar.


Todo lo que buscamos: lo mismo grande que pequeño.


Pepa en su casa y ella en la de todos. Sus libros usados esperan completar, algún día, los anaqueles a medio vestir de las bibliotecas más selectas.




Desde la calle contemplamos a Pepa en su sala de máquinas, silenciosamente entusiasta, entretenida con el trajín de los papelones, distraída en la colocación de los últimos títulos de libros viejos, charlando, manejando el timón de su sala de máquinas.

[http://librosalademaquinas.blogspot.com.es]

domingo, 27 de enero de 2013

Los almendros




Los almendros en flor sobre la tierra seca del valle. Seca, y sin colores. Sólo estas pinceladas sobre el paisaje y los líquenes abrazados a las piedras de lava más umbrosas, las resguardadas en algún orificio entre muros y quebradas.


Los almendros. Como una bandada de pájaros migratorios, a través de celajes siempre eternos, las flores del almendro mecen su corona al viento. Caen sobre mi mano pequeños pétalos de florecillas blancas.


Los almendros en flor acariciando con su perfume el aire suave de esta tarde de enero, y el color turquesa de los montes lejanos, en esta hora imprecisa en la que no existe dirección ni medida ni convención alguna que marque la pauta para tanta belleza.



(notas para un 26 de enero) 

domingo, 20 de enero de 2013

Daniel Abreu, bailarín

Cabeza




Cabeza es el último trabajo del bailarín y coreógrafo Daniel Abreu, presentado el pasado mes de  noviembre en el Mercat de les Flors de Barcelona y, en diciembre, en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife.

Solo en escena, como un auténtico hombre sin atributos ni artificios, sin caprichos ni bóvedas escenográficas; ajeno, incluso, por completo, a todo discurso. A Daniel Abreu no le interesa "contar historias" o meras anécdotas. El lenguaje que utiliza en sus coreografías se nutre de la renuncia a las formas de lo previsible, lo mismo que si buscase en cada acción o cada gesto la savia del asombro, ese estado de gracia original al que aspiramos.

Daniel Abreu construye sus trabajos a partir de una suerte de descomposición del movimiento, como si detrás de cada acción, de cada nervio, fuera posible abrir escalas en la percepción, descender hasta ese estado inicial del movimiento. Como quien va desgajando, sin prisa, la epidermis de una cebolla donde no existe periferia ni centro, interior o exterior, sino una piel que se envuelve a sí misma y que es a un tiempo núcleo y envoltorio.

Cabeza: fiesta del cuerpo, inmotivado, escindido de anclajes.

El cuerpo como un texto susceptible de ser leído.

Imaginar que se es un delfín hasta llegar a ser un delfín. Imaginar que se es un moral o, mejor, una raíz. Doblegar el cuerpo hasta llegar a ser raíz.

Cabeza: deambular por la escena como quien entra y sale de un extraño recinto en el que todo empieza infinitamente. Un lugar -siempre el mismo- para perderse, un camino que a ningún lado conduce, una calle que a ninguna puerta nos lleva. El absurdo problema del eterno discurrir de los acontecimientos.

La inestabilidad de la tierra sobre la que pisamos. El desandar los pasos hasta desprendernos de todo aquello que sea demasiado pesado para nuestro equipaje.

El movimiento del cuerpo. Que posea la fortaleza de los remos de un barco envistiendo la fuerza de las olas en medio de una tempestad.

Cabeza: de cómo perder la cabeza, absolutamente, a la búsqueda de nuevas respuestas, y de nuevas preguntas que den cabida a las nuevas respuestas. Absolutamente, hasta que la razón se pierda en los márgenes del absurdo.

Cabeza: 
Creación e interpretación, Daniel Abreu.
Diseño iluminación, Irene Cantero.
Espacio escénico, Daniel Abreu.
Técnico de sonido e iluminación, Sergio García.
Fotografía dossier, Manu Mazpule.

[www.danielabreu.com]

lunes, 7 de enero de 2013


Karina Beltrán en la casa de Stipo Pranyko



  

La exposición Stipo Pranyko, abierta al público en TEA Tenerife Espacio de las Artes hasta el próximo 13 de enero, incluye una instalación fotográfica de la artista Karina Beltrán formada por más de medio centenar de imágenes.

Compuesta a raíz de una estancia en la morada del artista de origen bosnio en la localidad de Tahíche (Lanzarote) durante el mes de septiembre de 2011, esta instalación de fotografías de Karina Beltrán -dispuesta en la sala a la manera de un gran mosaico de naturalezas muertas- se detiene en pequeñas escenas halladas en cualquier rincón de la casa de Stipo Pranyko. Las fotografías adoptan, en ocasiones, el pequeño formato de la polaroid para adaptarse al reino de lo mínimo, esto es, a la presencia diminuta de unas llaves abandonadas o de una taza de café olvidada en la esquina de una mesa;  un plato con fruta pasada, un viejo despertador, una bolsa o una barra de pegamento usados; unos cuantos objetos sin relación aparente colgados de la pared de la cocina, un viejo sifón sobre el alféizar blanco o el pomo -casi roto- de una puerta.


El proyecto de Karina Beltrán amarillo (por la casa de Stipo Pranyko) recupera instantes perdidos en la memoria y el tiempo a través de algunas pequeñas cosas de lo cotidiano: se detiene en la extrañeza que descansa en los objetos cuando éstos se encuentran solos, olvidados en su serenidad, inútiles, cómplices de una vida vivida con precariedad y rudeza, contraria a las complacencias del bienestar. Objetos, utensilios que acaso acabasen siendo incorporados por Stipo Pranyko a sus composiciones pobres, como antes lo fueron una cuchara, una sierra o unas simples llaves de la despensa. Las fotografías de Karina Beltrán han sabido captar la presencia de objetos y enseres ya próximos a la desaparición, impregnados del mismo blanco ajado y tosco, de la misma textura carcomida y herrumbrosa que pigmenta las obras textiles, objetos y dibujos de Stipo Pranyko.


Espacio y tiempo fundidos en una fotografía. Y derramada sobre una de estas pequeñas piezas de su casa, siempre la luz insular –casi blanca– del mediodía atlántico.


 

Karina Beltrán, amarillo (por la casa de Stipo Pranyko)
Fotografía a color, instalación. 22 fotografías de 100 x 69 cm., y 38 fotografías de 17 x 17 cm.
Proyecto de Karina Beltrán producido por TEA para la exposición Stipo Pranyko.
En TEA Tenerife Espacio de las Artes hasta el próximo 13 de enero.
[En la última fotografía, Stipo Pranyko junto a varios alumnos de la Escuela de Arte Fernando Estévez (S/C de Tenerife) en la sala que presenta la instalación de Karina Beltrán]