viernes, 29 de julio de 2011

El objeto encontrado




Las manos, el animal, el cepillo de dientes... todo gira en una trueca infinita y despiadada, sin sentido. Todo, hasta estos pobres objetos arrojados por el agua hasta la orilla, entregados como dulces ofrendas a mis pies.

Dialéctica del objeto encontrado en una playa cualquiera, como quien tropieza con signos de interrogaciones en forma de nubes desafiantes.

Tú no has elegido al objeto; es el objeto quien te ha escogido a ti. Llegar hasta tus pies no ha sido una simple casualidad, sino una necesidad libremente asumida.

Esta pierna de muñeca rota, este caballito de juguete podría haber ido a parar junto a la toalla de la chica alemana que posa en la orilla con gesto de sirena, o junto a la barrigota de alguno de aquellos cuerpos veraniegos tumbados al sol; pero no fue así. Tú fuiste escogido por estos pobres objetos para darles una vida separada de la inercia del agua. Una vida literaria, tal vez; épica, acaso. Más, ¿qué se podría contar un con cepillo, unas piernas de poupée, un caballito de juguete, la ruedecilla verde del tiovivo de un manso ratoncillo, sino la historia de una gran pasión surrealista?

Cada objeto encontrado posee su propio signo del zoodíaco, su propio rumbo y destino. Saberlos interpretar no es cuestión baladí. Su aparición en uno u otro momento suele tener mucho que ver con el sentido que adquieren los acontecimientos en la vida de quien los encuentra.

Hágase una epifanía del mechón de pelo hirsuto encontrado en la arena de una playa cualquiera; un elogio del cráneo semipartido hallado junto a una carretera; un elogio de los signos grabados sobre una roca por una mano anónima, ya perdida en el tiempo. Hágase un elogio al trozo de madera moldeado involuntariamente por los olas del mar, o al cenicero diminuto con dibujos de barcos que aún conservas en alguna caja de objetos olvidados.

Esos objetos encontrados y ahora puestos sobre una mesa blanca de disección se encuentran a la espera de una mano que los redima y les devuelva el sentido final de su trayectoria.

lunes, 25 de julio de 2011

Don Gregorio, de Teguise




Me dijeron que probablemente sólo lo encontraríamos a eso de las seis de la tarde, hora a la que acostumbra a regresar con sus cabras. Y allí estaba, sentado dentro de un cuarto semioscuro, a la sombra, con la radio encendida y los ojos puestos en alguna lejana parte del paisaje, mientras kíkeres saltones y gallinas comunes deambulaban a sus anchas junto al tomadero. Veníamos a por queso y queso hallamos. "El mejor de la comarca -me dijeron- es el que hace don Gregorio, el más auténtico". Así que pregunté a unos y a otros hasta que dimos con él. Hombre sencillo, don Gregorio, de sencillas costumbres, y de antiguas maneras. Hospitalario, de mirada cabizbaja y sombrero perpetuo. Bloques desnudos, sin enfoscar, y en desorden, daban un aspecto inacabado y descuidado a los cuartuchos en los que vive el viejo: una puerta verde y una suerte de jaula con celosías de color verde, alta, le servían para almacenar y airear los quesos, y compensaban la desolada visión de un paisaje sin árboles ni arbustos.
Todo un personaje, Don Gregorio de Teguise, sobre las calcinadas tierras de Lanzarote.

viernes, 15 de julio de 2011

Abecedarios del aprendiz




Bálsamo de julio. Este sol que golpea tu cara y llama a la puerta insistentemente.

Balandras del verano varadas en un puerto de pescadores, como en un intento de hacer perdurable la imagen en blanco y negro de viejas fotografías.

Busco una chocolatina que me ofrezca la miel boca a boca, el cautiverio suave de unos labios.

Bienaventurados aquéllos que saben lo que hacen en todo momento.

Botón: 'Tenía la cabeza pequeña como el botón de una muñeca'.

Beroles con flores amarillas hasta donde alcanza la mirada, y húmedas paredes de tierra fértil a lo largo del sendero y hasta donde se extiende la mirada.

Beletén fresco y recién ordeñado para el señorito.

Bajar las escaleras sin mirar dónde se pisa, como si nada.

Basta de decir –o no decir– lo que vamos a hacer. Hágase.

Brindis, brezos, brocales diseminados por doquier, como en un juego de naipes que el viento lanza el volandas.

viernes, 8 de julio de 2011

Cuaderno de junio
o algo más sobre la continuidad de los parques




http://narradorescanariosactuales.wordpress.com/2011/07/08/cuaderno-de-junio-o-algo-mas-sobre-la-continuidad-de-los-parques-isidro-hernandez-gutierrez

miércoles, 6 de julio de 2011

Elogio del lector


http://mayora.blogspot.com/2011/07/el-cuaderno-de-isidro-hernandez.html




Bien está que subraye en estas páginas virtuales de El aprendiz la generosidad del escritor Álvaro Valverde (Plasencia, 1959), quien ha escrito en su blog una reseña sobre nuestro Cuaderno de Viaje, publicado en 2008 en la colección La Caja Literaria - Serie Ensayo (CajaCanarias, Santa Cruz de Tenerife). Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a Valverde, pues no resulta nada habitual entre escritores y poetas prestar atención a libros como éste, escritos hace ya algún tiempo y publicados en una editorial al margen de los circuitos que gozan de una adecuada distribución y visibilidad. Libro o cuaderno construido, además, con las formas breves que el tiempo nos ha ido imponiendo a su capricho, pues la descontinuidad y la fragmentación del discurso son fuentes necesarias de las que se nutre todo diario. Libro o cuaderno, en fin, escrito por un poeta a quien Valverde no conoce personalmente. Esa actitud de lector sin tapujos ni prejuicios más allá de las debilidades impuestas por su sana empatía, dignifica el oficio de escritor y de lector (que en el fondo es lo mismo) del poeta Álvaro Valverde, de quien, por cierto, hemos encontrado esta fotografía en internet. Gracias.

Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) es autor de libros de poesía como "Las aguas detenidas","Una oculta razón" (Premio Loewe), "A debida distancia", "Ensayando círculos", "Mecánica terrestre" y "Desde fuera", los tres últimos publicados por Tusquets Editores. También de dos novelas ("Las murallas del mundo" y "Alguien que no existe"), un libro de artículos ("El lector invisible") y otro de viajes ("Lejos de aquí").