miércoles, 16 de marzo de 2011

300

Escuché a alguien decir: "tengo trescientos amigos, ¡qué bien!". Y, en verdad, ¡qué bien -pienso también yo- de aquél que amigos tiene por trescientos, y a trescientos amigos profesa amistad, confidencia, compromiso, aunque sea en eso que llaman "redes sociales". Y he sentido, luego, verdadera envidia, hasta celos incluso, de aquél que a todos se entregaba de semejante forma, como quien regala flores a las puertas de un mercadillo de domingo.
Al cabo de un rato, sin embargo, he caído en la cuenta del error, pues quién podría tener, en su sano juicio, amigos por trescientos... ¿Cuánto tiempo a la semana habría que dedicarle a cada uno de ellos? ¿Cuántos días al año debería festejar cumpleaños, asisitir a citas y encuentros fraternales, escuchar con atención al ensombrecido por no sé qué problemas de nuestro tiempo. Y con todo, a decir verdad, ¿quién puede pensar en su sano juicio -pensar, digo- en tener 300? ¿De qué serviría, además, si acaso ni siquiera tendría el tiempo suficiente como para dedicarle a cada uno la atención que cada cual necesitaría?

En fin, vayan, pues estos versos (a ver si algún amigo se anima a echar una mano y completa el poema):

"Amigos por trescientos tiene Juana,
aunque días no alcanzan para tanto
pues a todos pregunta cómo y cuando
para lo mismo repetir mañana".