miércoles, 10 de marzo de 2010

Sobre la pintura de Carlos Chevilly










Los frutos de Carlos Chevilly, inmóviles, detenidos en el tiempo sin tiempo de la pintura, en el espacio sin espacio del lienzo, como bombillas verdes que invitan a encender escenarios de extrañas profundidades. Presencia sencilla y mínima, sus naturalezas muertas dan la espalda a la exhuberancia de los manjares archimboldianos del pintor Ramón Alejandro. Los frutos de Carlos Chevilly prefieren la quietud al movimiento, la sombra a la luz, el replegamiento al descaro, el silenco a la voz, la insinuación de los colores desnudos a los ropajes excesivamente coloristas.



Dejar la mesa puesta, con el desaliño de manjares improvisados, campestres, hirsutos.



Severa y lejana felicidad, la de estos frutos tunos, inmarcesibles e imperecederos sobre la piel de la pintura.



Una naranja, un jarrón, una botella. Objetos cotidianos, tan sencillos que parecieran sentir pudor ante los ojos del visitante que los contempla. Al entrar en la estancia, la visión de una modesta pintura colgada en la pared.



Frutas, barros, jarras, peceras, sardinas, caracolas... Pobreza insinuante de objetos olvidados. Protagonistas en el secreto de su taller.



El color de los higos maduros sobre las pencas... amarillo, naranja, rojo. Casi por verlos madurar merece la pena dejarlos caer al suelo. Fruta de toscas espinas, el higo madura a la luz del mediodía. Fruto solar; si lo pruebas tomarás el sol con él, entre sus labios, entre tus labios. Como en una pintura de Carlos Chevilly, los frutos sobre la mesa -o en cualquier parte-, componiendo un modesto concierto barroco.



Ven aquí y endúlzate la boca. Ah, pero cuidado con las púas que atraviesan mi piel de los pies a la cabeza.



"La obra de arte metafísico es, en cuanto al aspecto, serena; pero da la impresión de que algo nuevo deba ocurrir en esa misma serenidad y de que otros signos, además de los ya manifiestos, vayan a irrumpir en el cuadrado de la tela. Éste es un síntoma revelador de la profundidad habitada". [Giorgio De Chirico]



Pasear por pasadizos de castillos medievales. Imitar los gestos grandilocuentes de caballeros andantes, las pinceladas en el lienzo trazadas por aspirantes a títulos de nobleza.



Pintura frugal, escasa -entre la nitidez de un frío realismo y la mágica irrealidad de una frágil existencia- Carlos Chevilly es maestro en la nueva objetividad, idealista en el realismo.



Imagen: Carlos Chevilly, Higos chumbos, óleo sobre lienzo, ca. 1948.