viernes, 12 de febrero de 2010

El cementerio de los ingleses




Si hay un lugar en el mundo que invite a la meditación y al sosiego, ese es el Cementerio de los Ingleses. Colgado de un extremo de la muralla oriental de la ciudadela portuguesa de Elvas, desde aquí se contempla el fabuloso espectáculo de las llanuras y dehesas de Badajoz, La Albuera y sus proximidades. Atalaya modesta y prodigiosa a un tiempo, cientos de formas entrevistas en relieve sobre el paisaje sobresaltan nuestra mirada a cada paso, e intentamos recorrer la inmensa llanura reclinada a nuestros pies hasta donde la visión alcance.

Una verja de hierro de color verde delimita la zona en la que se encuentran las sepulturas de varios oficiales británicos muertos en la batalla de La Albuera, el 16 de mayo de 1811. A decir por las placas conmemorativas del cementerio La Albuera fue una de las más sangrientas batallas de cuantas se sucedieron en el transcurso de la Guerra de Independencia Española. Los huesos del General Daniel Hoghton, el Teniente Coronel Daniel White, el Teniente Coronel James Ward Oliver y el Comandante William Nicholas Bull crían malvas a nuestros pies, sepultados no sólo por la tierra que pisamos, sino por el mayor de los destierros a los que pueda someterse a un hombre: el olvido. Las placas grabadas en la pared -como la de todos los cementerios de caídos en actos de guerra- no son más que meros trazos y nombres que nada significan, como ecos lejanos que apenas logramos distinguir. Y, sin embargo, alguien cuida de este lugar, minuciosamente; se diría que alguien se ocupa de que todo esté en orden y bien dispuesto en este pequeño cementerio, como para invitarnos a imaginar, desde aquí arriba -y como si se tratase de una grada genial para la contemplación de espectáculos fabulosos- todas y cada una de las batallas que han presenciado estas murallas.

El cementerio de los ingleses, sin duda uno de los más hermosos de cuantos he visitado.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Visiones


Las visiones nocturnas tienen la particularidad de dejarnos una cadena de hermosas imágenes -en la peripecia de llevar a buen término el juego casero de las alucinaciones- capturadas por una doméstica cámara fotográfica.




Escenario ideal para la representación de un mundo no - objetivo en el que mis ojos son seducidos por escenarios de un paisaje cotidiano y a la vez sorprendente, la mirada reinventa a cada vez todas las cosas, especialmente los objetos celestes, nocturnos, que poco a poco se confunden con schadographies circulares a la manera de planetas y lunas artificiales.




Encandilado por las formas danzantes que proyectan en una pared varios resortes en espiral a la manera de algunas fotografías de Raoul Ubac. Maravillado, en fin, por eclipses con botellas incandescentes contemplados en una fotografía de 1953 realizada por Hausmann y entrevistos ahora en el paisaje. Fotografías de espaldas al objetivo mismo, como quien abre una nueva escala en lo real, repentinamente, por el impulso automatista de la imagen instantánea, fotográfica.