lunes, 21 de septiembre de 2009

Formas de ausencia (y III)

Últimamente han llegado hasta mi mesa algunos libros de poesía: Araña, de Ana Gorría; Detrás de tu nombre, de Rafael José Díaz; Una familia completa, de María José Alemán Bastarrica. He escrito en mi libreta algunas líneas sobre cada uno de ellos. Comentaré, en primer lugar, este último.
Aquéllos que conocemos a María José Alemán y tenemos el privilegio de compartir su amistad, sabemos de sobra que Pepa Alemán -que así la llamamos- siempre ha presumido de estar arropada por una gran familia, en el sentido más estricto del término. Sin embargo, más que insistir en la idea de un orden de cosas acabado y perfecto, sus páginas se devanan en una sucesión de estampas, breves, en las que las palabras parecen evocar un castillo de naipes que se deshace y desboca sin remisión posible hasta caer sobre sí mismo, inevitablemente. El laberinto de la soledad, en medio de esta compañía numerosa, se nos antoja insalvable. Los poemas de María José Alemán son como gotas de agua precipitadas sobre hojas desnudas; sus palabras se agolpan sobre el espacio vacío del papel y dejan a su paso una estela de evocaciones e imágenes silenciosas que nada cuentan. Su palabra, en cambio, goza de una intensa carga afectiva que alcanza a todas las cosas, como si la escritura del poema fuese una manera de luchar contra las múltiples formas en las que la ausencia se manifiesta (aunque resulte, esto, una paradoja): los objetos que permanecen intactos tras una tormenta; una lámpara de araña que pende del techo, balanceándose por todas partes a la manera de un árbol familiar boca arriba; el hueco que dejaron los disfraces en el armario a la espera de ser redimidos de su inexistencia; un poema de Tswietáieva escrito en 1919 para un lector futuro y continuado ahora; un alfabeto inventado de palabras que no encuentra su sitio en el espacio del poema y que ahora es sólo la materia de todo aquello que nunca llegó a decirse... Todo cobra vida en el espacio del poema.
Con todo, el lector encontrará que no es, éste, un libro perfecto, ni creemos que la autora así lo haya pretendido. Más bien está lleno de fragmentos a los que parece faltarle algo; textos que nos dejan a la espera de una resolución final o de una certeza, y no así la imagen de una mitad sin su otra mitad. Alguien podría alegar, además, que la escritura de Una familia completa resulta incoherente como texto unitario, pero al recorrer sus páginas nos percatamos de que Pepa Alemán no busca la coherencia, sino más bien cierto estado de gracia sólo hallado en la palabra poética. No es un libro cerrado, completo -insistimos-, pero se encuentra de principio a fin cargado de intuiciones y confirma la consolidación de una escritura muy personal.


[María José Alemán Bastarrica, Una familia completa, El Mirador - Idea, 2009.]





martes, 15 de septiembre de 2009

Formas de ausencia (II)

Santiago de Compostela. Las habitaciones de hotel que dan hacia un patio interior tienen eso: uno puede estar en la ciudad más hermosa del mundo (o en la más desangelada) y no enterarse. Es lo más parecido a estar del todo ausente, pues sólo se puede tener acceso a la visión de la ropa tendida que cuelga resguardada tanto de los rayos del sol como de las miradas curiosas de los transeúntes. Mientras tanto, el patio interior cobra forma de profunda garganta pasadiza y amplifica las voces, las expresiones altisonantes y los gemidos nocturnos como si se tratase de un vulgar teatrillo de marionetas instalado en el hotel para regocijo de los huéspedes.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Formas de ausencia (I)



Contemplo las fotografías en blanco y negro tomadas por Patti Smith con su polaroid. Se diría que su ojo persigue una obstinada obsesión: la de seguir el rastro de una ausencia. Poseída por una suerte de instinto fetichista, fotografía una taza de café, unos zapatos, las sábanas de Virginia Woolf sobre una cama intacta, un camino frecuentado en otro tiempo por Arthur Rimbaud, la tumbra de Susan Sontag en el cementerio de Montparnasse, la lápida de William Blake... Vemos también una fotografía de la máquina de escribir de Hermman Hesse. No son, éstos, simples objetos; más bien cosas que poseen una historia propia. La máquina de escribir de Hesse, por ejemplo, no es un aparato cualquiera; es la máquina -fue- de Hermman Hesse, con la que acaso escribiese buena parte de sus obras. Me pregunto hasta qué punto estos objetos han quedado impregnados de la impronta de sus antiguos propitarios. Las fotografías de Patti Smith tienen eso: descubrimos en ellas mucho más que el simple objeto fotografiado, como si la imagen de la máquina de Hesse nos evocase, por un instante, el traqueteo de sus teclas mordiendo la página en blanco aún no escrita, o un suave olor al café que tomaba su antiguo dueño mientras escribía. Si no fuese así, ¿por qué razón íbamos a creer que se trata, en verdad, de la máquina de Hesse? ¿Cuál sería, entonces, su característica diferencial? ¿Cuál el rastro de la ausencia?

La ausencia posee un matiz distinto a la nada, pues deja un rastro en las cosas y las dota de una suerte de vida afectiva. De ahí que no sea lo mismo la contemplación de una máquina de escribir que pertenció a Hesse, que la de otro aparato idéntico de distinto propietario. Ahora entiendo: se la reconoce porque deja tras de sí una estela de perfumes invisibles e inholoros como el agua.

El Camino de Rimbaud -fotografiado por Patti Smith con su polaroid- tiene, en verdad, mucho de Rimbaud. Una cierta inclinación al silencio, tal vez.


Sueñas. Llegas a una playa de arena negra, frecuentada por ti en los años de la mejor adolescencia. Apareces allí casi sin querer y corres como un loco entre las piedras, sobre la arena, por entre los pequeños charcos que van quedando en la orilla. Buscas algo -alguien, tal vez- como un loco, aunque en el fondo ignoras para qué has llegado hasta aquí, un día cualquiera, vestido con camisa blanca de manga baja y pantalón a rayas. Los que te han visto recorrer la playa -piensas- podrían preguntarse si estás allí para grabar algún anuncio publicitario, pero tú sabes que sólo buscas la forma de una ausencia, acaso la imagen de ti mismo de otro tiempo en aquel lugar.

Estar ausente, algo así como esconderse detrás de las cortinas en una fiesta repleta de invitados.

Dibujar en un papel, con un lápiz, el contorno de unas manos, bordeando ligeramente los dedos hasta llegar a la muñeca. (Repítase el ejercicio, más tarde, cuántas veces se quiera, esta vez con lápices de colores. Cuélguese, luego, en la pared. Coloque, finalmente, su propia mano sobre las distintas formas dactilares que han quedado diseminadas sobre la superficie del papel. Diviértase cuanto se quiera. Invite a otros miembros de su familia o a sus amigos).

[A propósito de la exposición Written Portrait, de Patti Smith. TEA Tenerife Espacio de las Artes. 22 de mayo - 06 de septiembre, 2009. ]